lunes, 29 de marzo de 2010

Golosinas callejeras


Un día que caminaba por la calle, saliendo del trabajo, iba como siempre pensando en miles de asuntos, unos encima de otros y otros que no me acuerdo. De repente, un hombrecillo se me acerca ofreciéndome unos caramelos, el tipo tenía un aspecto poco confiable y más bien un tanto amenazador (los surcos en sus mejillas huecas combinadas con cicatrices lo delataban), según alcance a oírle, se trataba de un ex-presidiario que estaba tratando de ganarse la vida vendiendo golosinas. Yo, sin pensarlo demasiado, apure el paso y continué caminando, haciendo caso a esa alerta que se nos dispara cuando se nos acerca algún desconocido con pinta poco amistosa.
Luego de este incidente, obviamente los miles de pensamientos que tenia encima se fueron a algún lugar sin importancia, lo bueno es que se intercambiaron por una reflexión. Me quede pensando en lo injusta que es la vida a veces, digo, si este señor fuera un viejito con cara bonachona, un niño de ojos tiernos o una señora que tiene en brazos un pequeño seguramente la tendría más fácil, por así decirlo, para poder vender alguna golosina que le asegure el sustento diario. Esto me dio pie a preguntarme, ¿Cuál es el motivo para este tipo de drama?, ¿Cada uno merece lo que tiene en la vida? ¿Es la vida algo que nos toca vivir o es la vida algo que debemos ganarnos? O es simplemente una serie de eventos aparentemente fortuitos ante la cual simplemente no nos queda otra que aceptarla de la mejor manera.


Son demasiadas preguntas, muchas que tocan un fondo sobre el cual miles de hombres y pensadores han debatido y llegado a diferentes respuestas. Como no pienso desarrollar una tesis completa en este pequeño espacio, solo tratare de coger un punto para llegar a otro y ver que se desarrolla en el camino. Las otras preguntas quedan ahí pendientes, espero tocarlas en próximas ediciones de este blog. Volviendo al caso del amigo vendedor de golosinas, pienso que seguramente mucho de lo que le ha tocado vivir ha sido el resultado de ciertas decisiones que ha tomado en la vida, las que finalmente le llevaron a la cárcel, pero también hay otro conjunto de decisiones que otras personas tomaron por él y que influenciaron en su destino (probablemente de alguna mala compañía) y también hay un tercer porcentaje que no se debieron a decisiones directas de las otras personas o de él, pero que podríamos decir que caen en los hechos fortuitos que también decidieron cómo y porqué terminaría vendiendo golosinas en aquella avenida.

¿Qué quiere decir esto? ¿Que nuestro destino se construye sobre el azar con lo cual nos asemejamos a la hierba en el campo a la merced del clima? ¿No somos dueños de nuestro propio destino? ¿Nuestro destino depende de la sociedad en la que vivimos? Después de darles vuelta por aun rato, estas nos conducen indefectiblemente a otras tres preguntas fundamentales y profundas: ¿Quiénes somos?, ¿Porqué estamos acá? Y ¿A dónde vamos? O resumidas en una: ¿Cuál es el sentido de la vida? Repito, no me iré por las ramas filosóficas, solo haré una pregunta más simple, este señor golosinero, en algún momento, se habrá podido hacer esta preguntas? ¿Quién soy? ¿Qué quiero ser? Y lo más importante, ¿habrá llegado a una respuesta? Aunque sea imprecisa? Lo dudo. Creo que la respuesta a esa pregunta inconsciente se la fue dando la vida misma por los golpes que le fue propinando. Ahora, ¿solo a él? Su caso es uno relativamente extremo, pero y nosotros? Creo que muchos de nosotros no hemos profundizado en eso tampoco, y a excepción de unos pocos, muchos hemos sentido que el destino ha sido el que de alguna manera nos ha “empujado” hacia aquello que llamamos, nuestra vida, nuestro trabajo, nuestra profesión, nuestros amigos, nuestro quehacer diario, etc. Sobre todo ello hemos tenido una cierta decisión pero mucho ha ido fuera de nuestro control. Bajo estas aseveraciones, podríamos decir que somos empujados por una serie de eventos fortuitos sobre los que no tenemos control, lo cual en realidad no necesariamente es así, pero es solamente un punto de vista.

Ahora veamos otro punto de vista mejor, si la mayoría es empujado por la vida, entonces debe haber una minoría que no, una minoría que siente que vida la han construido ellos mismos, ¿cuál es la diferencia entre ellos y el resto? Obviamente las reglas juegan para ambos grupos de la misma manera, entonces la respuesta debe estar en las personas mismas, en lo que piensan. ¿Y que piensan? Pienso que piensan en una idea, en algo sobre lo cual fundamentan su vida, en aquello que les pueda proveer de un piso para que en los momentos que la lluvia caiga sobre la hierba y la arranque el viento sepan cómo hacer para nacer nuevamente en nuevos retoños, y, ¿cuál es esa idea? Yo creo que es la esperanza, la seguridad de esperar que algo bueno se podrá alcanzar mediante esfuerzo o medios que esa persona se da cuenta que puede disponer, eso depende entonces de un mero ejercicio intelectual, cosa muy inherente del ser humano, algo concreto con lo que puedo identificar esta idea es la religión, pues ella provee de aquella esperanza que se llama fe. Esa puede ser una de las explicaciones de por qué todo hombre a través de la historia ha necesitado de Dios, y lo ha tratado de buscar e interpretar de diferentes maneras. Ese pensamiento de trascendencia que va más allá de la propia humanidad es uno (no digo el único, pero sí el más natural) de los que da sentido a la vida, el saberse creado para algo y para creer algo, porque en el corazón tenemos cosas que están grabadas y no es posible encontrar una explicación de quien las puso ahí, pues no caben en el ámbito del instinto, me refiero a cosas como el amor, la felicidad, la libertad, la creatividad así también el odio, la concupiscencia y otros aspectos que hacen del hombre, hombre.

Y todo empezó con un señor vendedor de caramelos. La conclusión a la que puedo llegar es que nuestro destino y nuestra finalidad en esta vida es la de ser seres humanos, y ello implica cuestionarnos a nosotros mismos, que nos hagamos responsables de nuestra vida y del entorno en el que vivimos, para poder saber que el intelecto no es un regalo que nos fue dado al azar, sino que es un regalo que debemos saber usar, para encontrar la VERDAD, y ¿cuál es esa verdad? Pues una verdad comprobada por mi experiencia personal y otros miles de millones de hombres a través de la historia, es que existe un Dios, que es llamado el Dios del amor y que nuestra misión en la vida es la de ser feliz aprendiendo a amar, porque el amor es lo único que nos puede asegurar una vida verdaderamente plena en esta época. Y algo que podría decir de este Dios, es que no es algo abstracto, no es una idea o filosofía, sino que es una persona, como tú y como yo, que incluso tienen nombre de persona (Jesús) a quien se le puede pedir ayuda a tomar esas decisiones de la vida y alguien en quien podemos confiar que sabrá cuidar de la hierba del campo en los días de tormenta.

Y si no conocernos a este Dios, a esta persona, cómo hacerlo? como confiar de esta manera en alguien invisible? Pues esa confianza es precisamente la fe, es la esperanza que debemos cultivar en nuestras almas y corazones, digo cultivar porque implica un trabajo y una disposición, es decir, uno no va empezar a creer de un día para otro (a menos que así lo quiera Dios), la fe es algo que se va ganando y trabajando, algo que se va pidiendo al mismo Dios, hasta que se nos es concedida, pero para tenerla hay que primero pedirla, o pedir para que alguien que sabemos que la necesite la tenga (eso se llama intercesión, alguna vez desarrollaremos también ese tema). Este trabajo esta netamente ligado al intelecto, la libertad y la razón, pues no se cree por creer, sino que hay fundamentos y razones para hacerlo, que cada persona puede dar según su experiencia de vida.

Finalizo señalando que justamente el tiempo de Semana Santa en que este blog es publicado es un tiempo muy oportuno para pedir que se nos conceda esta fe, que se nos permita esa esperanza que necesitamos para caminar en la vida, esa ayuda que necesitamos para tomar nuestras decisiones, esa protección en los días de lluvia. Dios, siendo tan generoso como es, no se resistirá en concederla. Felices Pascuas.